jueves, 2 de abril de 2015

A mi mamá la siento.
A mi mamá la siento en todos lados, 
la siento en este dos de abril y durante todo el mes, 
la siento en el té de las cuatro am, 
la siento en la madrugada que solo tiene angustia y tormento, 
la siento cuando me encuentro en el espejo, la veo atrás mio
agarrándome el hombro, susurrándome ''chiquita''. 

A mi mamá la siento cada vez que me frustro, 
cada vez que me hundo, cada vez que lloro.
Junto a ella, siento una infinita presencia vacía, 
llena de silencios que tengo que llenar.

A mi mamá la siento cuando abro los ojos, 
cuando con la inocencia que ya ni existe, 
me pregunto si llegara algún día
el momento en el que escuche 
''levantate, chiquita, llegas tarde''.

Llegue tarde a este mundo, mamá. 

Llegue tarde a los aprendizajes, 
llegue tarde a la lección de coraje que no pudiste darme, 
a la de la voluntad permanente con todas las cosas, 
a la de saber quien eran los buenos y quien eran los malos, 
a identificar quien me iba a golpear el alma en vez de abrazarlo
y hacer de ese alma, su propio lugar. 

Llegue tarde, mamá. 

Llegue tarde a las ganas de querer ir a abrazarte, 
esa noche, en terapia intensiva, cuando sonreías, sin saber por qué
y probablemente sabiendo, que te ibas. 

Llegue tarde a contarte que una semana antes, 
me había desnudado por primera vez con un chico.

Llegue tarde a decirte que en realidad no quería que sea un chico
quería que sea una chica. 

Llegue tarde a decirte que me hubiera gustado que la conocieras. 

Llegue tarde a pedirte, a rogarte, a tomarte de las manos
y suplicarte en llanto, que no me dejes sola
y que si te morías, me dejabas sola para siempre
y que si cerrabas esos ojos para no volver a abrirlos,
yo cerraba una puerta para no volver a abrirla:
la de confiar plenamente en un ser humano, algún día. 

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