lunes, 27 de abril de 2015

Me desarmo. Me vuelvo a reconstruir. 
En esta oscuridad, todo parece lejano,
todo parece nada, todo parece y nada es.

Se acabo el tiempo, se detiene todo
y aquí es donde comienza la vida.
La vida para la que nos preparamos
para odiar.

Desde estos muros llenos de inocencia,
despido, entre lagrimas, la más 
sucia, retorcida y perversa
adolescencia, llena de sensualidad
de crueldad, de maldad, y de gozos

No obstante, sigue intacta quien nunca se va,
aquella niña en el limbo, enviando flores que
nunca fueron recibidas -o bien recibidas- 

Y el miedo me azota la espalda. Tanto miedo, 
tanta ansiedad de ser, tanta ansiedad de desaparecer
y la de no saber, que ser. 

Me duele el miedo. Me duele la ansiedad. 
Me duele la angustia de estar entre dos signos de interrogación.
Me duele abrir los ojos y ver solo grises frente a todo invisible.

Madre mía, quiero cerrar los ojos. 
Quiero buscarte en algún jardín, de algún lugar, dentro de mis sueños.
Y despertarme sintiéndome amada, sintiéndome confiada, 
sintiéndome triunfante, sintiéndome la única. 

Sintiéndome.

Porque no me siento. Porque no siento. 
Porque no soy. Porque no formo parte. 

Porque no. 

¿Por qué? 

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